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Ojo con la Bala Perdida


Después de la "demencial" campaña política que lo llevó a la Presidencia, pocos dudan de que Donald Trump es una persona incontrolable y que nunca cumple sus promesas. En dos palabras: "Bala Perdida". Eso no gusta a los republicanos del Congreso. Están nerviosos y se comen las uñas, porque nadie sabe realmente el tipo de políticas que Trump apoya. Preferirían ver al predecible, cristiano y conservador Mike Pence, el vicepresidente de Trump, como Presidente.

El millonario magnate ha mostrado numerosas veces ser alguien que respeta poco la ley. El Departamento de Justicia demostró que discriminaba contra afroamericanos en los procesos de contratación en sus compañías. Su fundación (Fundación Trump) no está registrada como una ONG en el Estado de Nueva York, donde opera, algo que es ilegal. Se ha demostrado que esta misma Fundación hizo donaciones ilegales a su campaña presidencial. Y hay mucha evidencia de que Trump también usó esta fundación para pagar deudas personales.

Trump también violó el embargo de Cuba cuando eso era un delito serio. Y a través de una Universidad ficticia, estafó a muchísima gente ilusionada con el "sueño americano". Por si fuese poco, 12 mujeres han alegado que él les acosó sexualmente, y alguna de ellas podría denunciarle, una vez asuma la Presidencia. No olvidemos que fue la denuncia de Paula Jones la que abrió la puerta al impeachment de Bill Clinton.

Escándalos aparte, Donald Trump también tiene sus virtudes (y sus 59,4 millones de votantes no son analfabetos). Este ególatra consumado ha mantenido contra viento y marea, contra asesores y expertos, politólogos y encuestadores (de esos que supuestamente nunca se equivocan), una campaña con estrategia y autenticidad. “Yo soy quien soy”, avisó en agosto... y ha logrado que la mayor colección de gafes, groserías y simplezas de un candidato a la presidencia de EE.UU. le hayan “humanizado”, en contraste con la profesionalidad de Hillary Clinton.

La gran verdad es que la "bestia" de Trump ha sabido captar mejor que nadie, el estado de ánimo de los "gringos" de cuna. Indignados ante el establishment al que acusan de arrebatarles el porvenir. O su rencor a generaciones de políticos que se ofrecen para reformar Washington, DC y terminan sus días en mansiones o castillos a lo largo y ancho del mapa Made in USA. Eso no pasará con Trump, porque ya es dueño de varias mansiones y edificios, además de un sin fin de hoteles y hasta una motocicleta de oro.


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